La Reina Eloisa, y su séquito conquistado con café.

Me siento una Reina, estoy con la corte y autorizo tomar un café con todos los presentes.
Hay Marqueses, Almirantes y la nobleza de mi reinado.
Hay también entre el séquito, canónigos, caballeros de la ciudad que yo fundé en mi mente.
Pero lo más importante, es que estando yo, entre el brocado, sobre la riquísima alfombra bordada con hilos de oro y plata, siento el aroma del café que preparan...
 Y dí comienzo al café de la tarde.
Los pajes , pasan con bandejas de plata, invitando a los comensales con bocadillos recién horneados, de maíz, de coco rallado y mermeladas.
Otros pasean  las  bandejas convidando a los presentes invitados , con blancas cremas sobre finas masas doradas y decoradas con frutillas.

Al pasar a mi lado el recipiente de café para autorizar que estaba hecho a mi gusto...desprendo mi collar de perlas, brillantes y diamantes y los arrojo al café humeante.
Invito a ustedes, mi reconocido Café de Perlas.
Una niña pasea frente a mi, con una diadema de brillantes y rojas rosas naturales.
Tomo de sus cabellos las rosas y desprendo los pétalos rociados con gotas de agua y espolvoreo el café lentamente.
Los invitados quedan estupefactos
Pero el café de la tarde, es un hecho espectacular, que jamás nadie podrá borrar de sus mentes.

Y los sabores y aromas, invaden los sentidos de cada uno de los invitados.
El café los transforma, los hace felices.
Más aún los ricos postres, manjares de aromas a jenjibre, nuez moscada, limón , naranjas exprimidas entre frescos azahares y hojas de toronjas.
La torta llega con el aroma de el chocolate caliente.
El bizcochuelo, recién bañado en caliente chocolate, aromatizado con canela, clavo de olor, pimienta, nuez moscada, palillos de naranjo y con un cucharón de plata es servido en cada pocillo.
Todos están eufóricos con el aroma.
Yo, la Reina, los he conquistado, con chocolate y café.